19 marzo 2012
HAITÍ – La caída de un templo que se mantenía en pie luego del terremoto del 12 de enero de 2010, esta semana que concluye, vino a revivir el pánico de parte de la población que rememoró aquellos difíciles momentos, y fue, también, como una visión de que el país está en urgencia, todavía, de ser reconstruido, cuando la inefectividad de autoridades locales y organismos internacionales cada día se evidencia más.
La Iglesia de Santa-Anne, cuyas columnas soportaban todavía algunas paredes, ventanas y techo, tras fuertes vibraciones y la evacuación de varias personas que se encontraban dentro del templo durante un servicio religioso, se desplomó sin que hubiera víctima alguna.
Ello viene a evidenciar que lo poco que queda de edificios patrimoniales están en virtual peligro, ante la ausencia de fondos para su reconstrucción.
Un mes después del sismo, el Instituto de Salvaguarda del Patrimonio Nacional de Haití (ISPAN, según sus siglas en inglés), había dado a conocer un inventario de los principales edificios y monumentos destruidos, dentro de los cuales se encontraban el fuerte Jacques, que data de 1804; la catedral de Notre-Dame (1912) y el Palacio Nacional, diseñado por el arquitecto George Baussan, inaugurado en 1924.
A la lista se suman la Iglesia del Sagrado Corazón de Turgeau (1908); la de Saint Louis (1880); la de San Joseph, en Croix de Bossales (1876) y la de Saint-Gerard de Carrefour-Feullé. También el llamado Palacio de los Ministerios (1891); la Oficina Nacional de Correos (1949) y el caserón Dessalines (1913).
Si bien el embajador norteamericano en Puerto Príncipe, Kenneth Merten ha dicho que la complicación reconstructiva se debe a problemas históricos del deterioro de las infraestructuras en el país con antelación al sismo, lo cierto es que analistas y críticos apuntan a la inoperancia de organismos internacionales y al caos institucional que, todavía, se vive aquí a más de dos años del terremoto, de manera que ese deterioro también apunta a una sociedad con serios problemas organizativos y de convivencia cuando, aún, una considerable parte de la población se encuentra viviendo en carpas.
Los templos evangélicos que allí existen y, en alguna medida fueron dañados, han ido reparándose, poco a poco, con el propio esfuerzo de estas iglesias que han solicitado fondos a similares en el exterior, sin que exista una ayuda efectiva del Gobierno en torno a la solución de los inmuebles afectados por el sismo.
El potente sismo de 7,3 grados en la escala de Richter, ocurrido el 12 de enero de 2010, dejó un saldo de 222 mil 570 muertos, un millón 300 mil damnificados y daños materiales cuantificados en 7 mil 900 millones de dólares.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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