6 febrero 2012
MÉXICO – "La conformación de nuevos grupos anticlericales que están organizados y se han movilizado para impedir concesiones y prerrogativas a la avidez política de la jerarquía mexicana," es el resultado más evidente en torno al debate de las modificaciones del artículo 24 de la Constitución, según un comentario aparecido el 1 de este mes en el diario La Jornada.
El articulista Bernardo Barranco, plantea en el mismo que "la polémica reforma constitucional, en específico sobre la libertad religiosa, ha desnudado no solo el entreguismo eclesial de estamentos de la clase política mexicana, sino el levantamiento opositor de diversos sectores y actores de la sociedad mexicana."
Lo cierto es que, en diversas parte del país, se están levantando manifestaciones para protestar contra dichas modificaciones que, a la larga, centran el poder eclesial, aún más, en los sectores del catolicismo más rancio.
"Efectivamente –plantea Barranco–, ante el creciente clericalismo, es decir, la ambición y el comportamiento descomedido del alto clero, de presión política para imponer privilegios y convicciones al resto de la sociedad, surge una nueva forma de anticlericalismo.
"Aparecen nuevos actores y comportamientos de rechazo a las aspiraciones de poder e invasión eclesiástica al ámbito de la política pública, del Estado y de la sociedad civil. Si en el siglo XIX el anticlericalismo lo encabezaban liberales, masones y ateos, en los inicios del XXI se han sumado, con motivaciones diversas, grupos heterogéneos como colectivos de mujeres, homosexuales, activistas de derechos humanos, académicos, católicos progresistas y diversas iglesias cristianas y paracristianas.
En ese sentido, por ejemplo, sorprende el decidido activismo que ha asumido, públicamente, la Iglesia Luz del Mundo," comentó.
Argumenta, entonces que en Roma se están preguntando qué está sucediendo en México si se trata de un pueblo tan católico que cuenta, hace más de 10 años, con gobiernos afines a la sensibilidad de la Santa Sede, y dice que es claro: "los monseñores romanos no alcanzan a comprender, ni siquiera los prelados mexicanos, que el afán, muchas veces burdo, de la jerarquía mexicana por usar el poder público para posicionar su agenda, ha provocado el retorno al anticlericalismo."
Así mismo hace un recuento del fenómeno anticlerical desde los primeros brotes en la Francia de 1850, en oposición no a la fe, sino a las maneras dominadoras y de poderío de esta, instrumentada por las jerarquías eclesiales, para luego referirse al propio papa Benedicto XVI, en torno al caso español, que "ha trazado una indiscutible línea de continuidad entre el viejo anticlericalismo decimonónico y el actual laicismo."
Plantea, también, el articulista, que sería un error equiparar el nuevo anticlericalismo con el anticatolicismo. "No se trata de una persecución religiosa, como quieren sentir algunos actores, emulando con las gestas cristeras de martirio. La religión no es el enemigo ni mucho menos el catolicismo. Es el rechazo al comportamiento desmedido y poco religioso de algunos miembros del episcopado.
Dice Barranco que la secularización del mundo moderno es un proceso histórico "en el curso del cual los diversos ámbitos de la vida humana como: concepciones, costumbres, formas de sociedad, política, economía, educación, derecho o la totalidad de los mismos, dejan de estar determinados por lo religioso.
"Las creencias dejan de ser el eje central por las cuales se organiza y sustenta la vida de la sociedad. Desde hace algunos años se observan las implicaciones culturales de la ideología anticlerical, como desencuentro de un tipo de sociedad plural que ha venido mutando roles, en especial cuestiones relativas a la mujer, a la construcción de diversas formas de familia y a la propia sexualidad"; y concluye que el nuevo anticlericalismo no es solo una reacción a los afanes de poder de la Iglesia "sino expresión de un fenómeno cultural más vasto y del reconocimiento de la secularización propia del mundo moderno."
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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