20 julio 2010
Hace unos días, me encontraba yo repartiendo botellas de agua a unas pocas millas del único río importante de Israel/Palestina, el Jordán. La aldea de Al Fasayel se halla en un paisaje desértico, en contraste con los cercanos asentamientos israelíes, que tienen acceso a cantidades casi ilimitadas de agua. En la misma aldea de Al Fasayel no ha habido agua en los grifos durante más de siete semanas.
El Valle del Jordán es una zona de una escabrosa belleza natural admirable. Las laderas de las montañas son desérticas, mientras que, en el fondo del valle, los asentamientos ilegales aparecen verdes y fértiles. Pero el valle es también una zona de discriminación y miseria absoluta.
La primera vez que visité Al Fasayel junto con otros participantes en el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI), nos ofrecieron vasos de dulce te. Solamente cuando salimos para hablar con los niños nos mostraron un grifo que estaba seco desde hacía casi dos meses.
El PEAPI lleva a personas de todas las nacionalidades a la Ribera Occidental para que experimenten la vida bajo la ocupación. Los Acompañantes Ecuménicos ofrecen una presencia protectora, realizan el seguimiento de los abusos de derechos humanos e informan al respecto, y apoyan a los palestinos e israelíes que trabajan juntos por la paz. Nosotros habíamos venido al Valle del Jordán a visitar una de las comunidades más vulnerables de la región.
La falta de acceso al agua es desde hace tiempo un problema grave para los palestinos en el Valle del Jordán. Desde que ocupó la Ribera Occidental en 1967, Israel les ha negado el acceso a las aguas del Jordán y ha limitado severamente su acceso a otros acuíferos locales. Los Acuerdos de Oslo de 1993 no hicieron sino consolidar el control de Israel sobre los recursos de agua de la Ribera Occidental. Israel impone ahora graves restricciones a la utilización palestina.
El consumo palestino de agua en los territorios palestinos ocupados es sólo de 70 litros por persona al día, mientras que para los israelíes ese consumo es de unos 300 litros, según un informe de Amnistía Internacional. Algunos palestinos sobreviven con apenas 20 litros al día, que es la cantidad mínima calculada por la Organización Mundial de la Salud para una supervivencia de corta duración en situaciones de emergencia. Los 450.000 israelíes que viven en los asentamientos ilegales de la Ribera Occidental utilizan tanta agua o más que los 2,3 millones de palestinos en la misma zona. El Banco Mundial informó en 2009 de que se está reduciendo el acceso de los palestinos al agua.
Cerca de Al Fasayel se halla el campamento beduino de Ein Al Hilweh. Las 25 familias que viven en estas tiendas modestas tienen que recoger el agua de un pozo que dista una hora en coche. El ejército les prohíbe a veces utilizar la carretera, y el viaje para recoger el agua puede suponerles una multa de varios centenares de shekels. También es frecuente que los colonos, que viven en sólidas casas con agua corriente, acosen a los beduinos.
Alrededor de 9.600 israelíes viven ahora en asentamientos ilegales que ocupan gran parte del Valle del Jordán. Cultivan diversas frutas y hortalizas para su exportación a Europa, especialmente a través de la compañía israelí Agrexco. Los expertos calculan que, con sus sistemas de riego artificial, estos asentamientos utilizan más de la mitad de toda el agua que se consume en la Ribera Occidental. Estos lugares ejercen una intensa presión sobre los escasos recursos hídricos del valle, dice George Rishmawi del Consejo de Iglesias del Cercano Oriente.
"Israel está tratando de aislar el Valle del Jordán del resto de la Ribera Occidental y de expulsar obligatoriamente a sus habitantes palestinos negándoles el acceso al agua," afirma.
Gran parte de las aguas residuales de las ciudades palestinas queda sin tratamiento porque Israel no permite a la Autoridad Palestina construir nuevas plantas de tratamiento. Según un informe reciente de Amnistía Internacional, el ejército israelí destroza frecuentemente la infraestructura hídrica construida por los palestinos, incluso los sistemas de recogida de las aguas pluviales.
Deberes del ocupante
¿Qué podíamos hacer? Nos pusimos en contacto con un empresario local, Arab Al-Shorafa, que tiene en Yanabee una empresa que vende agua embotellada. Era también el alcalde de la ciudad palestina de Beita. Lo encontramos utilizando el número de teléfono que aparecía en la etiqueta de una de las botellas de agua de la empresa, y le describimos la situación en Al Fasayel.
Inmediatamente se ofreció a donar más de 700 litros de agua embotellada, a condición de que pudiéramos recogerlos de la fábrica esa tarde. Nos llamó más tarde por teléfono ofreciéndose a cuadruplicar esa cifra.
Acordamos recoger el agua y entregar el primer lote esa noche. Fuimos a la fábrica y cargamos una furgoneta. Vino personalmente Al-Shorafa y nos prometió suministrar más agua y un camión para hacer otra entrega al día siguiente.
Fuimos a Fasayel y, en la oscuridad, distribuimos el agua a las familias a medida que aparecían en las sobras con sus hijos. A la mañana siguiente, con temperaturas de unos 30º, llevamos más cantidades de agua.
Tony Blair, enviado del Cuarteto de Oriente Medio, visitó recientemente Fasayel. Consiguió persuadir a las autoridades israelíes para que anularan una orden de demolición de una escuela local. Pero los grifos de la aldea siguen secos.
Nuestras entregas de agua a Fasayel han suministrado agua suficiente para el consumo de cada familia de la aldea en una semana. Pero el acto de caridad de Al-Shorafa muestra claramente que el poder ocupante tiene el deber de garantizar el acceso a alimentos y agua suficientes.
Muchos habitantes piensan que el hecho de que Israel no cumpla su deber forma parte de una estrategia para arrancarles de sus tierras ancestrales. Cuando les llevábamos las botellas de agua con aquel calor abrasador, pudimos comprender su punto de vista.
Consejo Mundial de Iglesias
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