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Jesuita Egipcio Escribe a Benedicto XVI Afirmando Que La Iglesia De Roma Está En Crisis

3 febrero 2010

ARGENTINA – Medios eclesiales de todo el mundo circulan, esta semana, el texto de una misiva que enviara el jesuita egipcio más destacado en el ámbito religioso e intelectual, Henri Boulad, lanzando un SOS para la Iglesia de hoy, en una carta dirigida, expresamente, al papa Benedicto XVI.

En la misma, Boulad (78) dice: "Me atrevo dirigirme a usted, pues mi corazón sangra al ver el abismo en el que se está precipitando nuestra Iglesia. Sabrá disculpar mi franquesa filial, inspirada a la vez por ‘la libertad de los hijos de Dios,' a la que nos invita San Pablo, y por mi amor apasionado por la Iglesia. Le agradeceré, también, sepa disculpar el tono alarmista de esta carta, pues creo que (...) la situación no puede esperar más."

Quien se presenta ante el prelado de la Iglesia Católica como egipcio-libanés de rito melquita y rector, desde hace tres años, del Colegio de los Jesuítas en el Cairo, expone en el documento que conoce muy bien a la jerarquía católica de Egipto por su participación, durante muchos años, como presidente de los religiosos de institutos en ese país. Así mismo, hace referencia a su conocimiento de la jerarquía europea, de la que tuvo contacto con muchos de sus líderes, y de sus viajes dando conferencias por ese continente en naciones tales como Austria, Alemania, Suisa, Hungría y Francia, entre otros. "He visitado unos 50 países en los cuatro continentes y he publicado unos 30 libros en 15 lenguas, sobre todo en francés, árabe, húngaro y alemán. De los 13 libros en esta lengua, quizá haya leído usted "Gottessöhne, Gottestöchter" (Hijos, hijas de Dios), que le hizo llegar su amigo el P. Erich Fink, de Baviera.

"No digo esto para presumir, sino para decirle, sencillamente, que mis intenciones se fundan en un conocimiento real de la Iglesia Universal y de su situación actual, en el 2009." Y cita, entonces, los motivos que le motivaron a hacer la misiva: "1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la Tercera Edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas, mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo. "2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África. "3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa, a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles que, normalmente, los aceptan, y de su obispo, que no puede aceptarlo, pero teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes. "4. El lenguaje de la Iglesia es obsoleto, anacrónico, aburrido, repetitivo, moralizante, totalmente inadaptado a nuestra época. No se trata, en absoluto, de acomodarse ni de hacer demagogia, pues el mensaje del Evangelio debe presentarse en toda su crudeza y exigencia. Se necesitaría más bien proceder a esa ‘nueva evangelización' a la que nos invitaba Juan Pablo II. Pero ésta, a diferencia de lo que muchos piensan, no consiste, en absoluto, en repetir la antigua, que ya no dice nada, sino en innovar, inventar un nuevo lenguaje que exprese la fe de modo apropiado y que tenga significado para el hombre de hoy. "5. Esto no podrá hacerse más que mediante una renovación en profundidad de la teología y de la catequética, que deberían repensarse y reformularse totalmente. Un sacerdote y religioso alemán que encontré, recientemente, me decía que la palabra ‘mística' no estaba mencionada ni una sola vez en El Nuevo Catecismo. No lo podía creer. Hemos de constatar que nuestra fe es muy cerebral, abstracta, dogmática y se dirige muy poco al corazón y al cuerpo. "6. En consecuencia, un gran número de cristianos se vuelven hacia las religiones de Asia, las sectas, la new-age, las iglesias evangélicas, el ocultismo, etcétera. No es de extrañar. Van a buscar, en otra parte, el alimento que no encuentran en casa, tienen la impresión de que les damos piedras como si fuera pan. La fe cristiana que, en otro tiempo, otorgaba sentido a la vida de la gente, resulta para ellos hoy un enigma, restos de un pasado acabado. "7. En el plano moral y ético, los dictámenes del Magisterio, repetidos a la saciedad, sobre el matrimonio, la contracepción, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el matrimonio de los sacerdotes, los divorciados vueltos a casar, etcétera, no afectan ya a nadie y sólo producen dejadez e indiferencia. Todos estos problemas morales y pastorales merecen algo más que declaraciones categóricas. Necesitan un tratamiento pastoral, sociológico, psicológico, humano... en una línea más evangélica. "8. La Iglesia Católica, que ha sido la gran educadora de Europa durante siglos, parece olvidar que esta Europa ha llegado a la madurez. Nuestra Europa adulta no quiere ser tratada como menor de edad. El estilo paternalista de una Iglesia ‘Mater et Magistra' está, definitivamente, desfasado y ya no sirve hoy. Los cristianos han aprendido a pensar por sí mismos y no están dispuestos a tragarse cualquier cosa. "9. Las naciones más católicas de antes -Francia, ‘primogénita de la Iglesia' o el Canadá francés ultracatólico- han dado un giro de 180 grados y han caído en el ateísmo, el anticlericalismo, el agnosticismo, la indiferencia. En el caso de otras naciones europeas el proceso está en marcha. Se puede constatar que cuanto más dominado y protegido por la Iglesia ha estado un pueblo en el pasado, más fuerte es la reacción contra ella. "10. El diálogo con las demás iglesias y religiones está en preocupante retroceso hoy. Los grandes progresos realizados, desde hace medio siglo están, en entredicho en este momento." Y, ante tales evidencias, a las cuales denomina "constatación casi demoledora," dice que la reacción de la Iglesia como institución resulta doble y cita dos aspectos fundamentales a su entender: "Tiende a minimizar la gravedad de la situación y a consolarse constatando cierto repunte en su facción más tradicional y en los países del tercer mundo, y apela a la confianza en el Señor, que la ha sostenido durante veinte siglos y será muy capaz de ayudarla a superar esta nueva crisis, como lo ha hecho con las precedentes. ¿Acaso no tiene promesas de vida eterna?

"A esto respondo: "No es apoyándose en el pasado ni recogiendo sus migajas como se resolverán los problemas de hoy y de mañana. "La aparente vitalidad de las Iglesias del tercer mundo es equívoca. Según parece, estas nuevas Iglesias atravesarán pronto o tarde por las mismas crisis que ha conocido la vieja cristiandad europea. "La Modernidad es irreversible y por haberlo olvidado es por lo que la Iglesia se encuentra hoy en semejante crisis. El Vaticano II intentó recuperar cuatro siglos de retraso, pero se tiene la impresión que la Iglesia está cerrando, lentamente, las puertas que se abrieron entonces, y tentada de volverse hacia Trento y Vaticano I, más que hacia Vaticano III. Recordemos la declaración de Juan Pablo II tantas veces repetida: ‘No hay alternativa al Vaticano II.' "¿Hasta cuándo seguiremos jugando a la política del avestruz y a esconder la cabeza en la arena? ¿Hasta cuándo evitaremos mirar las cosas de frente? ¿Hasta cuándo seguiremos dando la espalda, crispándonos contra toda crítica, en lugar de ver ahí una oportunidad de renovación? ¿Hasta cuándo continuaremos posponiendo ‘ad calendas graecas' una reforma que se impone y que se ha abandonado demasiado tiempo?"

Y, entre las reflexiones del extenso documento, Henri Boulad afirma: "Sólo mirando decididamente hacia delante y no hacia atrás la Iglesia cumplirá su misión de ser ‘luz del mundo, sal de la tierra, levadura en la pasta.' Sin embargo, lo que constatamos, desgraciadamente hoy, es que la Iglesia está en la cola de nuestra época después de haber sido la locomotora durante siglos," para proponer una reforma teológica y catética, otra pastoral y una cuarta espiritual. "La Iglesia de hoy es demasiado formal, demasiado formalista. Se tiene la impresión de que la institución asfixia el carisma y que lo que finalmente cuenta es una estabilidad puramente exterior, una honestidad superficial, cierta fachada. ¿No corremos el riesgo de que un día Jesús nos trate de ‘sepulcros blanqueados'?"

Finalmente, sugiere al papa Benedicto la convocatoria a un sínodo general, a nivel de la Iglesia Universal "en el que participen todos los cristianos," y termina pidiéndole perdón por su franqueza y su audacia.

Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación

 

 


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Last Updated February 6, 2010