1 octubre 2009
SAN JUAN, Puerto Rico – Un comunicado de prensa emitido ayer aquí, por el Concilio de Iglesias de Puerto Rico (CIPR), denuncia las consecuencias en torno al despido masivo de 17 mil empleados y empleadas del sector público, considerado de "rudo golpe que se le ha asestado al pueblo.
"Esta decisión del Gobierno, en primera instancia, coloca a decenas de miles de familias en una situación de completa indefensión y desasosiego, amén de afectar a la economía de nuestro país, así como la capacidad del propio gobierno de afirmar derechos civiles y democráticos y brindar servicios a la ciudadanía," continúa el texto.
"Una decisión como ésta afecta a la capacidad del gobierno para enfrentar la criminalidad, asegurar el bienestar de la niñez producto de parejas divorciadas, la defensa de los derechos de la mujer, las personas de edad avanzada, los diferentemente capacitados y a los consumidores en general; todo esto producto de la cesantía de un número sustancial de empleados públicos que ejercían funciones relacionadas con los servicios mencionados. Pero, más aún, la sociedad puertorriqueña, en pleno, se afecta en vista de los escenarios que se van cerrando, la ansiedad y la frustración que se viene acumulando con cada decisión que esgrimen los políticos."
El comunicado deja claro el papel social de las iglesias representadas por ese concilio y su sentido ético, en tanto continuadoras de la misión de Dios como anuncio liberador de todo aquello que se oponga a la paz y a la salvación: "Nuestra tarea es, en consecuencia, ayudar al ser humano puertorriqueño para que encuentre paz espiritual, salvación para su vida y la transformación integral de su existencia. Por eso las iglesias acompañan solidariamente al pueblo en medio de sus dolores y proclaman la esperanza y la promesa de vida abundante. (Juan 10:10)"
El documento cuestiona cuál será el costo social de las medidas implantadas, dónde está la sensibilidad del gobierno ante el sufrimiento que implica esa pérdida para las familias y dónde quedan los conceptos de dignidad y de la vocación de servicio de quienes juraron, para gobernar, defender los derechos del pueblo.
"Aunque reconocemos la magnitud de la crisis económica que vivimos como país, no podemos suscribir la aplicación de una "medicina" que, a fin de cuentas, resulta ser peor que la "enfermedad" que pretende curar. Ante ello, advertimos el riesgo en el cual incurre el gobierno en generar situaciones que acarreen consecuencias no deseadas por nadie de violencia y desintegración social generalizada. Sencillamente no podemos aceptar la forma y manera en que se ha impactado al pueblo en su andamiaje emocional y espiritual, máxime ante la insistencia en no considerar las alternativas esbozadas por la sociedad civil para enfrentar la crisis que nos aqueja.
"A pesar de las tristes circunstancias que nos convocan en este día, estamos convencidos/as que no estamos ante un callejón sin salida. La fe en el Dios de Jesucristo, quien le levantó de los muertos, abre el futuro a nuevas posibilidades afirmando una esperanza que sigue viva en medio de las dificultades que enfrenta nuestro pueblo. (1ra de Pedro 1:3). Nuestra fuerza se fundamenta en el amor que construye y levanta. Por ello hacemos un llamado a los políticos para que trabajen hacia la construcción de una lógica a favor de la vida. Puerto Rico se levantará con el esfuerzo de las manos que trabajan por el bienestar y el desarrollo del país."
Igualmente, el Concilio hace un llamado a sus iglesias a continuar profundizando en el acompañamiento "al servicio de quienes sufren en esta hora," a través de la oración, la solidaridad y la hermandad cristiana que "han sido y son herramientas poderosas de fe que permitirán que nuestros hermanos y hermanas en crisis poder salir adelante." Se recaba la vocación transformadora y renovadora del individuo para comprobar que la voluntad de Dios es perfecta y que los planes que tiene el Creador para Puerto Rico nunca se basarán "en dinámicas que destruyan a la familia, la comunidad y el país.
"Dios quiere nuestro bienestar y busca maneras de revelarse y darnos de su bendición y provisión. Por ello, si somos vehículos de esa bendición de Él, estamos llamados y llamadas a enfrentar y desenmascarar todo aquello que se oponga a la voluntad de Dios. Porque tenemos esperanza, asumimos el compromiso de unión con el Espíritu del Dios de la Historia, en el diálogo, la búsqueda y la construcción de un país más justo e igualitario," concluye el texto.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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