20 agosto 2009 por José Aurelio Paz
LA HABANA, Cuba – Si bien posee el atractivo de lo turístico para algunos visitantes, por lo poco común dentro del ámbito religioso cubano, penetrar en la Catedral Ortodoxa Rusa de esta capital es sentirse como en "tierra santa," según opinión de originarios de la ex-Unión Soviética que, por diversas razones, decidieron quedarse en Cuba al ocurrir la desintegración del llamado campo socialista.
Estadísticas no oficiales afirman que unas 1 300 mujeres rusas quedaron en el país, al momento de ocurrir el hecho que dio un giro de 180 grados a la correlación de fuerzas políticas en el mundo.
Casi todas casadas con cubanos, que fueron a estudiar diversas carreras científicas a aquel país o a trabajar como parte de la colaboración científico-técnica entre ambas naciones, decidieron permanecer aquí al no tener idea clara de cómo sería el nuevo y fragmentado país, o por poseer ataduras afectivas al fomentar descendencia aquí.
Otras, las menos, rotos lazos filiales, regresaron para integrase al nuevo y desconocido capitalismo ruso.
Mientras Cuba mantuvo su línea aérea volando a Moscú, los boletos, para ese sector emigrado aquí, eran prácticamente subvencionados por el Estado, al pagarse en pesos cubanos. Luego, al desaparecer el vínculo aéreo, también desapareció esta opción. Y muchos de ellos no han podido regresar a ver a sus familias, como ocurre en muchas partes del mundo, por no poseer recursos para ello.
Dentro del respeto a la pluralidad religiosa, que comenzó a darse en la Isla a partir de los ‘80, surgió la necesidad de la apertura de un templo que permitiera la atención espiritual a este grupo; sitio expreso para la meditación y la adoración.
En el 2004, año en que fuera inaugurada la Catedral Ortodoxa Griega de San Nicolás de Mira, en la capital cubana, se procedió a colocar la primera piedra de la rusa, luego de una solicitud del Patriarcado de Moscú que fuera aprobada por las autoridades cubanas a través de su Oficina para la Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido. Para ello se escogió una zona privilegiada, aledaña a la bahía, en lo que se conoce como el Centro Histórico de La Habana Vieja, zona declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
El 19 de octubre de 2008, quedó inaugurado el hermoso templo que parece un pedacito de Moscú injertado en el Caribe. Su cúpula dorada, su amplio salón y su estructura arquitectónica fueron trabajados con minuciosidad, a partir de planos realizados en aquel país. Y a la apertura asistió su Eminencia Kiril, Metropolita de Smokensk y Kalingrado y, además, presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Religiosas del Patriarcado moscovita, quien se encargó de consagrar el edificio.
Así, además de darse una especie de reconciliación política entre antiguos socios del ya extinto campo socialista, al menos en cuanto a unas relaciones diplomáticas más distendidas, se insertaba en la cultura religiosa cubana un elemento, quizás un poco apócrifo, pero necesario para permitir la expresión de este sector de emigrados dentro de la isla.
Casi a punto de cumplirse el primer año de su existencia, pasearse una mañana por allí es constatar que los rusos "cubanos" expresan su agradecimiento por poseer un espacio que, por pequeñito, no resulta menos significativo para su expresión, como minoría, dentro del amplio espectro religioso del único país del mundo que defiende al socialismo como un sistema justo dentro de la actual política global mundial.
En una reciente conversación con una profesora ucraniana de lenguas que decidió quedarse en el país, al que vino hace años tras haberse casado con un cubano, manifestó que para ellos saber que tienen ahí la Catedral Ortodoxa es constatar que en Cuba se les ha respetado sus derechos, como minoría, a expresarse; mientras a lo largo de todo el país sostienen reuniones periódicas en las que comparten nostalgias, té negro, tradiciones y anécdotas de aquellos que sí han podido volver a sus lugares de origen a ver las familias que, un día, dejaron con idéntico resquemor y sentido aventurero que los primeros navegantes que se lanzaron a conocer el llamado Nuevo Mundo.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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