29 noviembre 2007
WILLEMSTAD, Curazao – Curazao se vistió de fiesta para recibir la tradicional llegada del San Nicolás que, todos los años por esta fecha, arriba a puerto para agasajar a los niños con todo un séquito de esos traviesos pajes moros conocidos como los Zwarte Piet, según la tradición heredada de los Países Bajos.
Willemstad, su capital, se vio colmada de los pequeños que, al paso de la comitiva, cantaban canciones tradicionales y le daban la mano a los personajes de la celebración, la cual estuvo presidida por la "Gezaghebber" de las Antillas Holandesas, la señora Liza Dindial.
Si bien Curazao tiene problemas sociales que establecen un constante contrapunteo público de la política y sus políticos, aquí uno no observa el tristemente célebre flagelo, presente en muchos países de América Latina y el Caribe, conocido como "niños de la calle," mientras sus infantes tienen sus principales derechos garantizados como es la alimentación, la educación y la atención médica.
Según datos de la UNESCO, en América Latina y el Caribe hay 17 millones de niños acorralados por la pobreza y la explotación, los cuales, a diario, resultan pasto de la tragedia humana de trabajar en forma infrahumana, formar parte del turismo sexual de su país o ser reclutados, de manera forzosa, en conflictos armados a la edad en que debieran jugar, estudiar y recibir el afecto de su familia. Se afirma que Veintidós millones de ellos están en edad escolar y no tienen acceso a la educación.
Según la tradición, San Nicolás de Myra, como se le conoce en oriente, o San Nicolás de Bari en occidente, fue un obispo que nació en la región de Licia (actualmente dentro del territorio de Turquía), el cual vivió en el Siglo IV. Después de la muerte de sus padres heredó una gran fortuna que repartió entre los pobres y se fue a vivir a un monasterio. Se cuenta que fue consagrado de una forma muy curiosa.
Dice la leyenda que varios sacerdotes discutían, ante el fallecimiento del máximo prelado, quién sería el siguiente obispo. Al no ponerse de acuerdo se decidió que fuera el próximo cura que entrase en el templo, el cual, casualmente, fue San Nicolás. Preso luego por un decreto del emperador Licinio contra los cristianos, fue encarcelado y azotado, siendo liberado después por el emperador Constantino. Murió el 6 de diciembre del año 345 en la propia Myra, mas sus restos descansan en la ciudad portuaria italiana de Bari, pues fueron a dar allí después de retirados de Turquía por la invasión musulmana.
Se le atribuyen muchos milagros. Uno de los más sorprendentes es el de haber resucitado, por su intercesión, a tres niños que habían caído de un árbol y muerto al instante. Otro de los milagros más cercanos en el tiempo se dice que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial; durante un bombardeo en la ciudad de Bari, una madre se separó de su hijo en medio de la confusión, apareciendo éste, horas después, a la puerta de su casa, sano y salvo, mientras describió al hombre que le había salvado y protegido con las características del propio San Nicolás.
Se cuenta que vivió viajando, evangelizando y entregando juguetes a los pequeños para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos: la vida de Jesucristo como inequívoco signo de esperanza.
En cuanto a los pajes que le acompañan existen diversas teorías sobre su origen. Algunos opinan que es un diablo el cual, siglos atrás, fue derrotado por el propio San Nicolás y convertido en su esclavo; otra interpretación afirma que se trata de un criado moro, huérfano etíope que el santo compró a piratas para dejarlo, inmediatamente, en libertad, por lo cual el sirviente decidió acompañarle a todos lados, a la vez que era instruido y educado por el santo. Una tercera versión habla de que su piel se tornó negra debido a su constante entrada por las chimeneas de las casas, para dejar los regalos a los niños, tiznándose con el hollín.
En los Países Bajos, de donde llega la tradición a Curazao, en la noche previa al Día de San Nicolás, todos los niños colocan un balde con agua y un zapato lleno de heno para alimentar su gran caballo blanco y esperar, a cambio, regalos en la mañana del 5 de diciembre. Los que no lo hagan temen que el duende de Zwarte Piet se los lleve dentro de su saco.
Tras la rebelión de las provincias holandesas contra la Corona Española, los predicadores calvinistas intentaron eliminar la festividad al considerar que contenía demasiados elementos paganos; sin embargo, sus esfuerzos no tuvieron éxito debido a que era sumamente popular, incluso dentro de la población protestante y así ha llegado hasta nuestros días.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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