2 agosto 2007 Por Annegret Kapp
La capilla del Instituto Ecuménico de Bossey, cerca de Ginebra, Suiza, en la que jóvenes de cinco continentes se han reunido para hacer meditación por la mañana temprano es un lugar de culto bastante inusual. La tenue luz que atraviesa las vidrieras diseñadas por la comunidad monástica de Taizé en Francia ilumina una serie de símbolos religiosos tan diferentes como íconos ortodoxos, una cruz luterana y un tambor de la comunidad cristiana africana.
Incluso aunque se escuchen las canciones o el texto bíblico leído por una participante de los Estados Unidos y su interpretación por su colega cristiano de Hungría, sería imposible vincular este momento de culto a ninguna tradición cristiana en particular.
Pero esta forma de celebración ecuménica no es la más peculiar entre los momentos de culto y espiritualidad matinales. Los jóvenes que asisten son incluso más diferentes que la cristiandad mundial representada normalmente en Bossey. Se podría adivinar esto a partir de los velos de coloridos dibujos floreados y las kipás que cubren algunas de las cabezas de los participantes. La escuela de verano de julio reunió a 21 jóvenes judíos, musulmanes y cristianos de todo el mundo y les ofreció la oportunidad de conocerse y comprender recíprocamente la espiritualidad de los demás.
No todos los cultos matutinos se celebraron en la capilla durante las últimas semanas. Se han equipado dos salas de conferencias del instituto como una "mezquita" y una "sinagoga" improvisadas: una, con mantas y una alfombrilla de oración extendida sobre el suelo en dirección a la Meca; la otra, con sillas para las mujeres a la izquierda y para los hombres a la derecha y con un tablero para escribir, en el que todavía aparecen una cita de la "Torah" (Biblia Hebrea) y las explicaciones que los participantes judíos dieron a sus condiscípulos.
Mientras uno de los grupos religiosos preparaba cada día y celebraba esos momentos de oración, los demás eran invitados a asistir y participar al nivel que se sintieran personalmente cómodos.
"Nuestro objetivo no es mezclar nuestras religiones y construir una nueva religión mundial, sino comprender mejor la identidad de los demás," dice Morris Gagloev, un cristiano ortodoxo ruso.
Para Steven Bell, que espera ordenarse el próximo verano como sacerdote en la orden norteamericana de los Padres Paulistas, la experiencia de la espiritualidad de los demás puede ayudar también a fortalecer la propia vida de oración. Él quedó impresionado por la riqueza del canto en el judaísmo y por la disciplina de la oración musulmana.
Como señala Valeria Gatti, católica romana del Perú, "es tan hermoso ver cómo se acerca a Dios tu hermano o hermana."
Las amistades forjadas en Bossey han sido muy importantes en el proceso de aprendizaje de los participantes. Han permitido mantener discusiones sinceras durante las clases y talleres diarios, incluso cuando se han tratado cuestiones difíciles como la política y el género.
Por ello, el hecho de que los jóvenes hayan vivido juntos durante un mes bajo el mismo techo, compartiendo momentos en la playa del lago de Ginebra y en la cocina, lo mismo que horas de trabajo en la sala de conferencias, fue esencial para constituir lo que los participantes calificaron como "una experiencia única."
Ciertamente, no olvidarán nunca la cena del "Shabbat" preparada según las instrucciones del cocinero judío que descubrieron en medio de ellos, ayudado por musulmanes que pelaban patatas y cristianos que cortaban las hortalizas.
Examinando el programa de los estudiantes, con debates de grupo que se prolongaban frecuentemente hasta las nueve de la noche, es sorprendente comprobar la atención con que participaron en las sesiones académicas.
En estos debates resultó muy útil la fuerte presencia de expertos religiosos locales de las tres religiones abrahámicas, entre los que figuraban profesores de las universidades de Ginebra y Lausana, así como las contribuciones de especialistas internacionales. Sus diversos antecedentes arrojaron una luz especial sobre las divisiones existentes dentro de cada grupo religioso e introdujeron a los alumnos al Islam tanto sunnita como chiíta, al judaísmo tanto ortodoxo como reformado, y a gran variedad de denominaciones cristianas.
Como los mismos participantes tenían un caudal de experiencia que compartir, los profesores tuvieron que estar preparados para afrontar preguntas y comentarios muy pertinentes. Por ejemplo, después de una presentación sobre "Afirmar y vivir la identidad de fe en un mundo pluralista desde una perspectiva cristiana," realizada por Rima Barsoum, que se ocupa de relaciones cristiano-musulmanas en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Said Abdalla habló a sus condiscípulos sobre la situación en su nativa Kenia y el temor de la minoría musulmana a padecer el proselitismo. Saba Wallace, una participante perteneciente al dos por ciento de la población que constituye la minoría cristiana en Pakistán se preguntó: "¿Cómo puede entablarse un diálogo cuando los participantes no son iguales en ningún sentido?"
La joven, que trabaja para varias organizaciones no gubernamentales en cuestiones de promoción y diálogo interreligioso, dice que vino a Bossey con muchas de estas preguntas que no tiene la posibilidad de plantear en su contexto habitual. Con sus múltiples identidades, siendo pakistaní, mujer y cristiana, se siente frustrada y menospreciada tanto en occidente como en su propio país.
Su relato aclara por qué el profesor Ioan Sauca, director del Instituto Ecuménico, hace hincapié en la necesidad de ofrecer un "espacio seguro" para que los jóvenes de los países donde las relaciones interreligiosas no siempre son armoniosas planteen sus preocupaciones.
Entonces, ¿consiguieron crear una comunidad interreligiosa? El debate de un pequeño grupo sobre un texto del CMI relativo al desafío del pluralismo hace que se replantee esta pregunta a los participantes.
Eden Curtasan, estudiante de informática y colaborador de la Mustiad rumana, minoría musulmana tradicional de turcos-tártaros, es escéptico sobre la posibilidad de hablar de una comunidad demasiado pronto, como dice que hacen los políticos frecuentemente. Con todo, le ha sorprendido positivamente la escuela de verano: "Realmente vine esperando un aburrido bla, bla, bla sobre la paz, pero no llegué siquiera a tocar los libros que me traje, ya que el programa era demasiado interesante."
El intenso programa académico se debió también a la exigencia de los alumnos de utilizar el tiempo en Bossey de la mejor manera posible. Para Jihàd Omar, musulmán de Sudáfrica, el empeño de los alumnos para tener un programa más completo, aunque al principio entrañó cierta frustración, fue otra experiencia comunitaria de trabajar en pos de un objetivo común.
Gatti llegó incluso a considerar un inconveniente para sus compatriotas peruanos el que su contexto exclusivamente cristiano difícilmente les ofrezca la oportunidad de encuentros interreligiosos: "Esta experiencia es como un par de nuevos lentes."
La mayor sorpresa, dice Bell, fue que jóvenes de las tres religiones se enfrentan con el mismo dilema: "Descubren su espiritualidad, pero ésta no se desarrolla en el ámbito institucional de la religión -la mezquita, la iglesia, la sinagoga-, porque tales ámbitos están tan impregnados de los valores tradicionales que no concuerdan con su experiencia personal."
La disponibilidad de los jóvenes a descubrir las raíces de su propia religión y llegar a ser cristianos, judíos y musulmanes en un sentido más profundo fue celebrada en la ceremonia de clausura por los tres académicos que, junto con el director del Instituto, habían ideado la escuela interreligiosa de verano hacía tres años.
El rabino Marc Raphaël Guedj, ex rabino principal de Ginebra y presidente de la Fundación "Racines et Sources" (raíces y fuentes), Hafid Ouardiri, presidente de la Fundación "Ta'aruf" (conocimiento mutuo) que promueve el conocimiento sobre el Islam entre no musulmanes, y el pastor Dr. Hans Ucko, encargado del programa del CMI para las relaciones y el diálogo interreligiosos, calificaron este estreno, que Ouardiri describió como una experiencia de "buceo libre espiritual," como un éxito que ha de repetirse en los próximos años.
Para los participantes, la ceremonia de clausura de la escuela de verano fue también un momento para decir adiós a sus nuevos amigos, que regresaban a países frecuentemente considerados como enemigos. El testimonio que dieron tres de ellos en el acto fue un símbolo tanto de las dificultades que tuvieron que afrontar en Bossey, como de la flexibilidad con que las superaron: Grigory Gendelman, participante judío de Israel, utilizó la interpretación del palestino israelí Shireen Nadjjar para expresar su agradecimiento. Nicole Wood, metodista de los Estados Unidos, recordó las risas y llantos de su "pequeña familia de Bossey." Y risas y llantos fueron la respuesta cuando la iraní Faizeh Mazandarani dijo: "No estoy segura de que volvamos a vernos en la tierra, pero estoy segura de que nos volveremos a encontrar en el cielo."
Consejo Mundial de Iglesias Annegret Kapp, editora del sitio web del CMI, es miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de Württemberg, Alemania.
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