12 marzo 2007 Por Claudia Florentin
SAN SALVADOR, El Salvador – Según fuentes internacionales, el arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, confirmó ayer que el Vaticano ha sancionado al jesuita Jon Sobrino, de la Universidad Centroamericana (UCA), por resaltar en sus escritos la humanidad de Cristo y no su divinidad.
La Agencia EFE informó en tanto que el prelado afirmó que la Congregación de la Doctrina de la Fe ha notificado a Sobrino la prohibición de que imparta clases en cualquier centro católico "mientras no revise sus conclusiones, es un punto fundamental de nuestra fe la divinidad de Jesucristo, que verdaderamente es hijo de Dios hecho hombre."
Explicó que "lo que dice la Santa Sede es que las conclusiones de los estudios teológicos sobre Cristo que el padre Sobrino ha publicado no son concordes con la doctrina de la Iglesia y no podrá enseñar teología en ningún centro católico mientras no revisa sus conclusiones."
Sobrino, referente imprescindible de más de una generación de teólogos y teólogas identificados con la Teología de la Liberación en América Latina, nació en Bilbao (España) el 27 de diciembre de 1938, pero reside en El Salvador desde hace cincuenta años.
Una carta abierta de un discípulo del teólogo español, que firma ARLT, y que circula hoy por mails de amigos y teólogos dice: "Por fin te sentaron en la silla del Galileo, quizá hasta estés sorprendido por todo el tiempo que tardaron en sentarte en dicha silla. ¡Tanto tiempo escribiendo, tanto tiempo enseñando, tanto tiempo compartiendo teología, ese Cristo nacido desde abajo, desde los pobres, tantos compañeros tuyos sentados en la misma silla y silenciados por los condenadores! Pero, quién condena a los condenadores."
Continua la nota solidarizándose con Sobrino, desde la afirmación que con él son muchos los que le acompañan en la silla de Galileo. "¡Tantos hombres y mujeres que tenemos la Fe y que compartimos la Fe en ese Jesús que nos has enseñado a conocer un poquito más! ¡tantos que no sólo vivimos sino que practicamos en nuestra vida, en nuestras comunidades de base, en nuestros parroquias a ese Jesús Liberador que nos secuestraron los mismos que hoy te quieren castigar," dice.
"Todavía se sigue crucificando lo diferente, lo nuevo, lo que da vida, lo que genera compromiso, opción por los pobres. En nuestras calles salvadoreñas el problema es la vida humana destrozada y la iglesia no es capaz de decir una palabra ante tal situación. Seguimos muy preocupados en nuestras estructuras, en nuestros templos, en nuestras liturgias, en nuestras relaciones con el Estado, mientras el pueblo sólo sigue gimiendo, gritando de pobreza, de exclusión, de desempleo, de torturas, de violencia," finaliza diciendo quien no da el nombre, pero seguramente expresa con su carta, el sentir de miles de hombres y mujeres que encontraron en las enseñanzas de Sobrino, una manera de entender y practicar el Evangelio en esta América nuestra.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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