19 diciembre 2006 Por José Aurelio Paz
LA HABANA, Cuba – Un despacho de la Agencia AFP señala que el diario del Vaticano, L'Osservatore Romano, expresó en una nota el domingo su preocupación por la "guerra contra la Navidad."
En ella se plasma el desmedido afán con que se intenta borrar el verdadero espíritu de las tradiciones y convertirlo en una fiesta de placeres y despreocupación, mientras hace referencia al país de Inglaterra donde el diario The Sun hizo una denuncia al respecto de cómo las fiestas adquieren, cada día, un sentido más profano.
La corresponsalía de esa agencia en Inglaterra, señala en otra nota, que "Menos de la mitad de los niños británicos entre los 7 y los 11 años saben que en Navidad se celebra el nacimiento de Jesús," según sondeo que realizara la cadena BBC de Londres.
Y afirma que solo el 44 por ciento de los 1 063 infantes interrogados dieron una respuesta positiva a la simple pregunta.
Algunos estudios realizados en tal sentido, a nivel mundial, arrojan la preocupación de cómo un evento totalmente de esencias cristiana puede continuar su camino hacia la nada, desvirtuándose su verdadero sentido en el desenfrenado ascenso hacia la comercialización.
Lo cierto es que la Navidad se ha convertido en un producto más, incluso para la Internet, que nada tiene que ver con el verdadero espíritu de humildad en que el Niño Dios vino a la Tierra como promesa de esperanza de Dios para con las criaturas humanas.
Algunos culpan a la familia. Otros a la Iglesia como institución. Terceros a las grandes trasnacionales y el fenómeno de la globalización mundial de los falsos valores, que tiende a homogeneizar una cultura de masas la cual destierra la autenticidad de las tradiciones y la identidad propia de los pueblos.
El mismo L'Osservatore Romano, en la referida nota de la agencia noticiosa citada, manifiesta que la Navidad debería "estar dedicada a la meditación de los verdaderos creyentes."
El Milagro de Belén está en peligro de extinción si las cristianas y los cristianos del mundo, no tomamos las riendas de los trineos con sus Santa Claus-Superman-Spiderman y los confinamos a las nieves del olvido.
En su lugar, coloquemos, otra vez, el simple calor de la paja del pesebre, el mugido humilde de la vaca y el rebuzno noble del asno junto a lo que, desde que el ser humano comenzó su historia, constituye el acto más hermoso e inexplicable, el mayor regalo de Dios: ver nacer a una criatura, cuando estalla en sus pulmones el grito más dulce y sus ojos chocan con la luz de este mundo, imperfecto, pero que Dios creó y vio lo que toda persona con dignidad humana debiera defender: que era bueno.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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