19 septiembre 2006 Por Stephen Webb La
Dra. Mary Tanner, de la Iglesia de Inglaterra, es una eminente teóloga y escritora
que ha estado involucrada en el movimiento ecuménico de diversas maneras durante
años. Entre otras contribuciones ha liderado importantes estudios y actividades,
y ha sido moderadora de la V Conferencia Mundial de Fe y Constitución en Santiago
de Compostela, España (1993). Elegida como una de los
ocho presidentes del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en la IX Asamblea en Porto
Alegre, Tanner habla en la siguiente entrevista de las promesas y desafíos que
enfrenta el movimiento ecuménico, del papel del CMI, y explica por qué en su opinión
es esencial trabajar por la plena comunión eucarística. ¿Cómo
empezó usted a participar en el movimiento ecuménico? En
cierto sentido nunca ha habido un tiempo en el cual no participara en él. La familia
de mi padre era metodista, y la de mi madre católica romana. Ambos se hicieron
anglicanos, pero al crecer asistí a menudo a cultos metodistas y misas católicas.
Durante la guerra fui a una escuela dominical bautista. Así que desde muy joven
me familiaricé con diferentes tradiciones. En la universidad fui miembro activo
del Movimiento de Estudiantes Cristianos. Mi primer contacto con el CMI data de
1974, cuando fui invitada a la reunión de la Comisión Plenaria de Fe y Constitución
en Accra, Ghana. Fui para sustituir a mi profesor, Geoffrey Lampe, un ecumenista
convencido que trataba de incorporar teólogos jóvenes y mujeres en el movimiento
ecuménico. Aquella reunión fue un acontecimiento que me cambió la vida. Usted
ha participado en el movimiento ecuménico durante muchos años y de diversas maneras.
¿Qué espera usted hacer como presidenta del CMI? Espero
ser una embajadora fiel y efectiva de la comunidad fraternal de iglesias, abierta
siempre a escuchar la experiencia de los demás. En un tiempo de tanta división
y violencia en el mundo, espero ser capaz de transmitir el mensaje de que, para
los cristianos, permanecer juntos dando testimonio del poder reconciliador del
Evangelio es un camino más creíble y auténtico que el de nuestras vidas divididas.
Necesitamos permanecer juntos en el testimonio, el servicio, la acción para superar
la violencia y la ayuda para proteger y salvaguardar la creación. Y necesitamos
trabajar con empeño aún mayor para superar los obstáculos que nos impiden participar
juntos en la comunión eucarística. El CMI es un espacio crucial para ayudar a
las iglesias en todas estas empresas, escuchándonos más atentamente unos a otros
y no limitándonos a ver las cosas desde nuestra propia perspectiva. ¿Cómo
ve usted la situación actual del movimiento ecuménico? ¿Cuál es el papel del CMI?
El movimiento ecuménico presenta hoy tanto signos esperanzadores
como nuevas tensiones y desafíos. El intento de ampliar
la comunidad fraternal de iglesias mediante el propuesto Foro Mundial Cristiano,
con inclusión de católicos romanos, evangélicos y pentecostales además de las
iglesias miembros del CMI, es una iniciativa importante. El comité central del
Consejo acaba de poner en marcha trabajos importantes sobre Oriente Medio, migraciones
y lucha por la paz, esto último con una Convocatoria Ecuménica Internacional por
la Paz como culminación del Decenio para Superar la Violencia en 2011. El diálogo
con fieles de otras religiones está recibiendo más atención. Se han dado algunos
pasos positivos en acuerdos de comunión más estrecha entre luteranos, reformados,
metodistas, viejos católicos y anglicanos, y ha habido también avances importantes
en algunos diálogos teológicos bilaterales, como el de luteranos y católicos romanos.
El diálogo entre estos últimos y los ortodoxos está por reanudarse. Hay pues signos
positivos de que no estamos en un invierno del ecumenismo, y la contribución de
los jóvenes en la asamblea de Porto Alegre y de nuevo en el comité central son
señales de nueva vida y energía. Pero hay también señales
de fragilidad y nuevos desafíos. En particular en el campo de la ética, algunas
cuestiones amenazan con nuevas divisiones tanto dentro de cada iglesia como entre
ellas. Nos vemos obligados a pensar cómo hemos de utilizar las fuentes de la tradición
cristiana para descubrir lo que Cristo desea para la iglesia de hoy, y hemos de
hacer frente a nuevas formas de fundamentalismo. La cuestión de la interpretación
de la Escritura está en el centro de algunos de los problemas más difíciles que
se nos plantean. Queda la difícil empresa de explorar preocupaciones comunes con
aquellos que a menudo parecen poco interesados en la unidad tal como ha sido definida
por el movimiento ecuménico clásico, pero que sin embargo tienen tanto que enseñar
sobre dedicación cristiana y pasión por la evangelización. En
cuanto al papel del CMI, para mí el objetivo primario del Consejo de llamar a
las iglesias a la unidad visible es una prioridad. La búsqueda de la unidad cristiana
no puede separarse de la búsqueda de la unidad humana y de la conservación y dignidad
de la creación, ni tampoco de las cuestiones de justicia, terrorismo y cualquier
otra que afecte a la dignidad de la vida. Para las iglesias del CMI, uno de los
imperativos es seguir afirmando esa visión integrada. ¿En
qué medida alimenta o aviva su fe el culto en una congregación local? ¿Qué relación
establece usted entre la experiencia local, más íntima, y las cuestiones mundiales
más amplias que debe considerar como presidenta del CMI? Durante
más de treinta años nuestra familia ha vivido en una parroquia de una ciudad cercana
a Londres. La vida de la parroquia me ha alimentado y la congregación ha apoyado
mi labor ecuménica con sus oraciones, mostrando gran interés por mis viajes y
experiencias relativas a otros cristianos de todo el mundo. He podido transmitirles
algo de mis experiencias ecuménicas en mis sermones y en mis escritos. Y a la
inversa, a cualquier parte del mundo a donde haya ido, participando en el culto
de diferentes iglesias locales, he llevado los saludos de mi congregación local.
A menudo recuerdo que los océanos nos dividen pero la Eucaristía, domingo tras
domingo, nos une. Por ello es tan importante que trabajemos por la plena comunión
eucarística. En nuestra localidad tenemos un Foro llamado Churches Together (Iglesias
Juntas) en el que católicos romanos, anglicanos, metodistas y otros nos reunimos
regularmente. El ecumenismo local tiene una gran importancia, pero tiene que mantenerse
en contacto con lo que se hace en la comunidad ecuménica mayor, tanto nacional
como internacional. ¿Qué llevará usted de Ginebra
que contribuya o ayude a orientar a las iglesias en Inglaterra o en Europa?
En la última reunión del comité central hubo muchas cosas
que pueden ayudar e interpelar a las iglesias de Inglaterra. Las dos cuestiones
en que hizo hincapié el secretario general pastor Dr. Samuel Kobia, migración
y Oriente Medio, son ciertamente materias en las que las iglesias de Inglaterra
se beneficiarían de escuchar las respuestas y las experiencias de las iglesias
de otras regiones. Y varias cuestiones mundiales allí destacadas, como los niños
en situaciones de conflicto, el comercio justo, nuestra respuesta al VIH y al
SIDA, los problemas de Sudán, Sri Lanka, Filipinas, todo ello requiere nuestra
atención. Es demasiado fácil encerrarse en una isla y mirar hacia adentro, y el
CMI es un espacio para hacernos pensar más allá de nuestras preocupaciones y prioridades
inmediatas. También será especialmente valioso el proceso de siete años sobre
el documento Llamados a ser la Iglesia Una. Espero también que las iglesias británicas
intervengan más activamente en el Decenio para Superar la Violencia cuando Europasea
el foco de atención en 2007, así como en la convocatoria mundial en la culminación
del Decenio. El comité central hace declaraciones dirigidas
a las iglesias locales. ¿Le dan a usted mensajes los miembros de su congregación
para los dirigentes eclesiásticos mundiales? El tema
constante es "dígales que continúen... ¿por qué no podemos rezar, vivir y trabajar
juntos ya, ahora?" Muchos laicos no entienden por qué los dirigentes de las iglesias
y los teólogos tardan tanto. Consejo Mundial de Iglesias
Stephen Webb es encargado de comunicación del Sínodo de Nueva Gales del Sur
de la Iglesia en Vías de Unión de Australia. |