22
agosto 2006 La belleza de la visión ecuménica y el entusiasmo
que engendra; el escándalo de la división entre los cristianos; el sueño de iglesias
que se dejen renovar para experimentar la unidad de la familia cristiana -éstos
son algunos de los temas sobre los que habla en esta entrevista el recientemente
elegido moderador del comité central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). En
la IX Asamblea celebrada en Porto Alegre en febrero pasado, usted fue elegido
moderador del comité central, el más alto cargo electivo en el CMI. Muchas iglesias
miembros quisieran saber más de usted. ¿Quiere decirnos algo sobre su trayectoria
eclesiástica y su vida personal? Nací en Porto Alegre
en 1944. Mis padres eran maestros en una escuela luterana y muy activos en la
iglesia. Hice mis primeras experiencias ecuménicas en el movimiento ecuménico
estudiantil. Cuando estudiaba teología fui delegado juvenil a la reunión de la
Comisión sobre Misión y Evangelización de 1963, en México. En 1968, siendo un
joven pastor, y durante lo más duro de la dictadura militar en el Brasil, viajé
casi secretamente a Praga para participar como delegado en la Conferencia Cristiana
sobre la Paz. Teológicamente, me inspiro en Karl Barth,
Dietrich Bonhoeffer y Martín Lutero. Hice mis estudios de doctorado en Hamburgo,
Alemania (1969-72). Trabajé como párroco en el sur del Brasil hasta 1974, cuando
fui designado profesor de teología sistemática en la Escuela Luterana de Teología
de São Leopoldo. Me interesé particularmente por buscar convergencias entre la
teología de la Reforma y la teología de la liberación. En los años setenta, y
hasta 1982, fui miembro de la Comisión Bilateral Católico-Luterana en el Brasil.
De 1995 a 2001 fui presidente del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI).
En 2002 fui elegido presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana
en el Brasil (IECLB). Estoy casado y tengo cuatro
hijas y dos nietos. Usted está al frente de una de las
mayores iglesias protestantes de América Latina, en un contexto de complejas y
dinámicas dimensiones socioeconómicas y ecuménicas. ¿Cómo valora la situación
actual de las iglesias y del movimiento ecuménico en la región? Por
una parte, América Latina tiene una rica historia ecuménica. Las iglesias protestantes
históricas han cooperado entre sí en el campo de la misión desde la conferencia
de misión de Panamá en 1916, aunque a menudo concebían la misión como oposición
a la Iglesia Católica. Por otra parte, el diálogo teológico con la Iglesia Católica,
por ejemplo por parte de los luteranos del Brasil, se inició en 1957, anticipándose
al Segundo Concilio Vaticano. En la década de los setenta, en tiempos de las dictaduras
en la región, hubo en general una estrecha cooperación ecuménica en el campo de
los derechos humanos, con una significativa contribución del Consejo Mundial de
Iglesias. Hoy día la escena religiosa en América Latina
se caracteriza por un creciente pluralismo, dentro del cual se destaca el crecimiento
de las iglesias pentecostales (que se concentran en los dones del Espíritu) y
neopentecostales (que se concentran en conceptos como guerra espiritual contra
los demonios y promesas de prosperidad para los creyentes). Vemos también que
aumenta el número de los que se consideran "no religiosos." Muchas de las nuevas
iglesias rechazan el ecumenismo y hacen campaña contra él, en particular si entra
en juego la Iglesia Católica. El mayor desafío es encontrar maneras de superar
estas divisiones y esta hostilidad. Tengo un sueño,
que nuestras iglesias se renueven La IX Asamblea fue
la primera en América Latina. ¿Qué evaluación hace de la experiencia y de los
resultados de la Asamblea en la región y en el mundo? La
IX Asamblea ofreció una oportunidad excepcional para la cooperación ecuménica
entre iglesias miembros del CMI en Brasil y en el conjunto de América Latina.
Los numerosos participantes en la Asamblea, ya sea como delegados, personal administrativo,
voluntarios o visitantes, regresaron a sus comunidades inspirados y con un compromiso
ecuménico fortalecido. Creo que la Asamblea combinó de
manera muy significativa la comunicación de experiencias ecuménicas (en el Mutirão
y en las Conversaciones Ecuménicas), la celebración de la fe (en el culto y en
el estudio de la Biblia), y los debates y la toma de decisiones en las sesiones
de trabajo. Contribuyó así a una nueva manera de vivir ecuménicamente, que es
tan necesaria en nuestro tiempo. Como moderador del comité
central y como teólogo y dirigente de iglesia, ¿cómo definiría usted su visión
ecuménica y la finalidad del movimiento ecuménico? La
motivación permanente del movimiento ecuménico ha sido el deseo de alcanzar la
plena unidad entre las iglesias, y sobre esa base llegar a ser instrumentos más
fieles y eficientes del amor de Dios en el mundo. En el amor de Dios, la oikoumene
se extiende mucho más allá de las fronteras de las iglesias y abarca toda la humanidad
y todo el universo creado. Para las iglesias, el movimiento
ecuménico se basa en el don de la unidad que tenemos en Cristo por la fe y el
bautismo. Con esa base, en nuestro camino ya practicamos y experimentamos la unidad
de maneras muy diversas. Rendimos culto al Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu
Santo – unidad y comunión perfectas. Veo natural que
para todos nosotros nuestra fe, espiritualidad y acción estén profundamente arraigadas
en nuestras respectivas iglesias. Pero siempre he sentido que nuestras divisiones
son una flagrante negación de todo lo que creemos, un escándalo que es consecuencia
del pecado humano. Por eso tengo un sueño, lucho por que nuestras iglesias se
renueven en todo aquello que obstaculiza el camino hacia la unidad de la familia
cristiana, siguiendo una forma común de comunión, testimonio y servicio. En el
movimiento ecuménico hay un profundo y creciente anhelo de comunión que no puede
satisfacerse con una agenda minimalista. Pasión
por el ecumenismo ¿Cuáles cree usted que son las prioridades
para el CMI en los próximos siete años? ¿Qué espera usted personalmente para este
período? Precisamente ahora estamos en la etapa de fijar
prioridades para la vida del Consejo. La Asamblea ha trazado las directrices básicas,
y sobre esa base se presentará una nueva estructura de programas en la próxima
reunión del comité central. En este tiempo de recursos
reducidos, el gran número de desafíos hace difícil determinar prioridades, sobre
todo porque las necesidades varían de una región a otra. Pero tenemos que concentrar
los recursos en lo esencial y en lo que únicamente el CMI puede hacer para ayudar
a las iglesias. En la práctica, no obstante, algunas
cuestiones ocupan un lugar permanente en la agenda del CMI: la búsqueda de nuevas
formas de entendimiento y cooperación entre las iglesias en un contexto religioso
cada vez más plural y peligrosamente dividido; la lucha incansable por la paz;
la aspiración a la justicia en las relaciones internacionales; la unidad, tanto
en materias de doctrina como de ética; la promoción de la inclusión efectiva de
todas las personas en la vida de las iglesias; y una comprensión más profunda
e integral de la misión. Los organismos ecuménicos están
tropezando con dificultades en los planos mundial y regional. ¿Cuáles cree que
son los principales desafíos con que se enfrentan el movimiento ecuménico y el
CMI en el actual período? Paralelamente a la tendencia
a la globalización, tenemos también hoy día los fenómenos de fragmentación e individualismo.
Aun dentro del cristianismo, hay hoy una mayor diversidad religiosa que cuando
nuestros predecesores vieron la necesidad de un movimiento ecuménico. Más aún,
fuerzas considerables están empujando hacia fuera de las organizaciones ecuménicas
tradicionales a iglesias hasta ahora comprometidas con el ecumenismo. Así
pues, estas tendencias, y la diversidad misma de nuestro mundo cada vez más globalizado
y al mismo tiempo cargado de conflictos, no pueden sino hacer más urgente y necesario
el ecumenismo. El mayor desafío, no obstante, consiste en mantener viva en nuestras
iglesias la pasión por el ecumenismo, y en encontrar formas creativas de renovación
en nuestro caminar ecuménico común. Esta entrevista se
publicará en vísperas de la primera reunión del nuevo comité central. ¿Qué mensaje
desea transmitir a las iglesias miembros del CMI en el momento en que comienza
usted su mandato? La visión ecuménica es de una gran
belleza e inmenso atractivo. Combina la legítima diversidad y la apuesta por la
unidad. Es así, en sí misma, un testimonio poderoso en nuestro mundo globalizado,
que excluye a las personas de tantas maneras. Hay multitudes de hambrientos, tanto
física como espiritualmente. Nuestro deber es ofrecerles un testimonio creíble
de la esperanza que está en nosotros (1 Pedro 3:15), una esperanza que nos viene
de Cristo. Estamos llamados a no desanimarnos y a perseverar. El movimiento ecuménico
atraviesa un tiempo de cambio, pero es perpetuamente válido, porque su inspiración
es el Dios uno y trino. Datos biográficos y una fotografía
sin cargo del pastor Dr. Walter Altmann están disponibles en el sitio web del
CMI: http://wcc-coe.org/wcc/press_corner/altmann-bio-s.html.
Orden del día provisional de la reunión del comité central
(30 de agosto – 6 de septiembre 2006), en inglés: http://www.oikoumene.org/fileadmin/images/wcc-main/events/WCC_CC_draft_agenda14July.xls.
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