23 junio 2006
LIMA, Perú – El dicho popular "en casa de herrero, cuchillo de palo," bien se pueda aplicar para el Parlamento peruano, que dictó una ley que obliga a las dependencias públicas contar con rampas para el desplazamiento de los discapacitados, pero que jamás construyó una en sus instalaciones, frente a la histórica Plaza Bolívar.
El hecho hubiera pasado desapercibido si en los comicios del pasado 9 de abril no hubiera resultado elegido congresista el catedrático universitario Wilson Urtecho, miembro de la comunidad cristiana Agua Viva, un fervoroso defensor de los discapacitados que vive en carne propia sus dificultades, pues él mismo se desplaza en una silla de ruedas.
Urtecho fue el segundo candidato congresal más votado de su departamento, La Libertad, en la costa norte peruana, donde postuló por las filas de Renovación, integrante de la alianza Unidad Nacional. Es fundador de la organización no gubernamental "Pan de cada día" que busca oportunidades de trabajo a personas discapacitadas, lo que le granjeó un premio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El flamante congresista electo puso en aprietos al personal del Congreso cuando, a bordo de su silla de ruedas, construida por él mismo, intentó acceder al hemiciclo donde ejercerá labor legislativa por los próximos cinco años, pues en el edificio no existe, ni por asomo, ninguna rampa para discapacitados.
Visiblemente contrariado Urtecho exigió que se coloquen rampas en el Palacio Legislativo, así como en otros lugares públicos, como manda la ley. "Es increíble que los mismos parlamentarios que aprobaron dicha norma, no la cumplan," dijo.
Expresó asimismo su deseo de jurar el cargo "como lo hacen los demás legisladores" y no que ocurra lo que le sucedió en la entrega de credenciales de congresista, cuando el presidente del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), debió bajar hasta su sitio a entregársela.
Urtecho es el primer parlamentario en la historia republicana del Perú que se desplaza en silla de ruedas, lo que dice mucho de la exclusión de los discapacitados para los cargos públicos, habida cuenta de que por lo menos un 15 por ciento de la población peruana sufre de algún tipo de discapacidad.
Junto a él, y también por Unidad Nacional, otro discapacitado, llegó al Congreso. Se trata de Luis Galarreta, que utiliza un par de prótesis en reemplazo de sus manos y cuyo slogan fue precisamente "nadie me rompe la mano" (expresión popular referida a la coima). Galarreta puso en problemas a los funcionarios del JNE al momento del protocolar apretón de manos en el acto de entrega de credenciales.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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