27 febrero 2006 Por Carlos Mondragón
CIUDAD DE PANAMA, Panama – El biblista mexicano Edesio Sánchez apoyó la tesis que viene revolucionando los esquemas educativos sobre el enorme valor del juego en las etapas iniciales de la vida de un niño. "Lo que realmente define al niño como tal es el juego, no otra cosa," dijo en la Consulta sobre "Teología y Niñez" que se realizó en la ciudad de Panamá del 23 al 26 de febrero, convocada por la Fraternidad Teológica Latinoamericana y el Movimiento Juntos por la Niñez.
En su conferencia titulada "Para un mundo mejor, el niño es el mejor protagonista," Sánchez resaltó la importancia de estudiar el juego como práctica fundamentalmente infantil, en la que el lenguaje ocupa un lugar privilegiado.
"En sus juegos, los niños inventan palabras, cambian la sintaxis, hacen añicos el discurso social de los adultos. En eso se parecen a los poetas," sostuvo, tras precisar que al igual que en la poesía, en los juegos, los niños crean espacios de vida o mundos nuevos y se enfocan más en los sentimientos que en la razón, apelan más a lo lúdico que a lo productivo.
Afirmó que desde los juegos, los niños disfrutan la posibilidad de romper con la monotonía de una vida que mantiene las cosas como son, o como los adultos quieren que sean. "Lo peculiar del juego es la creación de un momento, en el que lo que cuenta es el sujeto del juego, no las reglas," aseguró.
Sánchez ponderó la obra del famoso escritor protestante inglés C. S. Lewis (Las Crónicas de Norma), del que dijo "no hay duda que se nutrió de la fe bíblica para crear esas grandes obras literarias y de gran contenido pedagógico." Aseguró que no hay. otro teólogo o biblista que haya interpretado mejor la perspectiva infantil de la teología bíblica.
La teóloga mexicana Rebeca Montemayor, ponente del tema "Imaginar a Dios desde la Infancia," sostuvo que la teología tiene una base político-ideológica. "Cada teología da lugar a imaginarios teológicos y a mediaciones que interpretan a Dios, el entorno y el mundo," indicó.
Montemayor propuso romper con el control adultocéntrico, y repensar un imaginario teológico desde la niñez. El mundo de los adultos debe dar espacio al mundo de los niños y preguntarse dónde están los niños y niñas, cuáles son sus imágenes de Dios, qué les dice Dios y cómo ellos sienten a Dios, concluyó.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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