19 septiembre 2005 Por José Aurelio Paz
LA HABANA, Cuba – "El secreto del sorprendente crecimiento de las iglesias en Cuba estriba en los pequeños grupos que se reúnen en los barrios, las comunidades rurales o las nuevas urbanizaciones, y hasta en las cárceles, constituyendo las llamadas casas-culto o células de oración," escribe el pastor Francisco Rodés en un artículo publicado por el boletín Tribuna Ecuménica.
El pastor bautista y actual director del Centro Kairós en la ciudad de Matanzas, hace un análisis sobre las nuevas maneras del evangelismo en Cuba, a partir de un trabajo titulado Reto del presente a la Iglesia Cubana.
Aparecido en el último número de Tribuna Ecuménica, el boletín informativo del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), Rodés toca un tema neurálgico de la realidad eclesial cubana. Partiendo de la afirmación del teólogo chileno Pablo Richard en torno a que el movimiento de seguidores de Jesús "nació por las casas," Rodés dice que "no ha de extrañarnos que este modelo de iglesia cercana al pueblo la haga especialmente atractiva al cubano de hoy."
"La desconfianza de la institución, de los clérigos y pastores profesionales, instalados en una tradición de formalidad eclesial, muchas veces ajena al carácter alegre e irreverente de los cubanos, hace que asistir a un templo les resulte cosa de otra época. Sin embargo, esas reuniones en su barrio, en casa de su vecino, en una atmósfera de espontaneidad les ayuda a derrumbar la barrera de prejuicios antireligiosos que pudieran tener," expresa Rodés.
Seguidamente, el líder cubano cita otros elementos que condimentan el fenómeno. El hecho de que la Palabra de Dios no es presentada desde un púlpito, sino en el seno de un grupo por una persona que habla el lenguaje de la calle y que conoce las inquietudes de la comunidad. La espontaneidad de las oraciones donde se recogen las preocupaciones y necesidades que vive la gente y la individualización de las peticiones que acogen el ruego por los vecinos enfermos o en dificultades.
Y agrega que se crea un ambiente propicio para una solidaridad efectiva y real con la gente donde se buscan soluciones colectivas a las crisis familiares y se consuela a los débiles y tristes.
Sin embargo, en un segundo tiempo, habla de los peligros de este tipo de "estilo," en tanto muchas casas-culto han llegado a institucionalizarse tanto que nada les diferencia de una iglesia corriente. "Otras funcionan como un eslabón en una cadena cuyo centro está muy lejos de la comunidad. En estos casos se corresponde con el auge del denominacionalismo emergente en nuestra sociedad, acompañado en ocasiones de una burocracia eclesiástica interesada solo en que su maquinaria funcione y tenga éxito numérico y económico," agrega.
Advierte sobre la penetración encubierta de poderosos grupos religiosos que ofrecen beneficios económicos a los pastores laicos de las bases, a cambio de un sometimiento incondicional a sus directrices. "Este factor extranjerizante distorsiona el buen espíritu de las comunidades. Entonces la proclamación de La Palabra se convierte en una obsesión proselitista que llega a amedrentar a la gente con el tema del fin del mundo para ganar prosélitos," puntualiza.
Relaciona así hechos en que la solidaridad se transforma en repartir artículos que escasean, en forma indiscriminada, para atraer a los visitantes. "Esto produce descrédito y enturbia la sincera espiritualidad," afirma Rodés.
"No obstante estos aspectos sombríos que pueden percibirse -reafirma el pastor cubano-, el saldo final es muy positivo a favor de un prototipo de iglesia que ha demostrado una gran efectividad para ayudar al pueblo a encontrar en la fe un sentido para sus vidas, en un tiempo en que las personas han perdido muchas de las certezas que les animaban.
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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