30 jun 2005 Por Juan Michel
Dada la historia de sus relaciones, el diálogo interreligioso entre cristianos y judíos puede ser visto como un "milagro," pero es también una tarea compleja y exigente. En el artículo que sigue, tres practicantes del diálogo interreligioso -dos judíos y uno cristiano- que participaron en una conferencia interreligiosa convocada por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) a comienzos de junio en Ginebra exponen sus opiniones sobre qué se requiere para promover un diálogo a menudo complicado por las cuestiones políticas.
El rabino James Rudin, un veterano del diálogo interreligioso por muchos años miembro del Comité Judío Americano, solía decir que tras siglos de dolorosas relaciones entre los fieles de las dos religiones, las experiencias de diálogo entre cristianos y judíos parecían un "milagro del siglo XX."
El pastor Dr. Hans Ucko, responsable de las relaciones judeo-cristianas en el CMI, recuerda el juicio de Rudin cuando se le pregunta sobre un diálogo que comenzó a raíz del Holocausto. Según Ucko, en los últimos cincuenta años se ha operado una "conversión" en las relaciones entre judíos y cristianos. "La tradicional enseñanza teológica de desprecio del judaísmo ha sido cuestionada -afirma-, y las iglesias se han pronunciado claramente contra el antisemitismo."
Como ejemplo, cita la declaración de la asamblea constitutiva del CMI, reunida en Amsterdam en 1948, que declaró que el antisemitismo es "absolutamente irreconciliable" con la fe cristiana, y lo definió como "pecado contra Dios y contra el hombre." "Nuestro Dios nos ha vinculado a los judíos en una solidaridad especial, uniendo nuestros destinos en su designio," afirmaba la declaración.
Esta y análogas declaraciones de diversas confesiones cristianas representaron "un cambio de paradigma en comparación con los diecinueve siglos anteriores," dice el Dr. Yehuda Stolov, director ejecutivo de la Asociación de Encuentro Interreligioso, con sede en Jerusalén.
La rabina Naamah Kelman, decana del Colegio de la Unión Hebrea en Jerusalén y miembro directivo de Rabinos por los Derechos Humanos, confirma: "El hecho mismo de que los cristianos estén dispuestos a hablar con nosotros, y de que hoy podamos vernos mutuamente como religiones hermanas, es bastante sorprendente."
Aunque la mera existencia de diálogo es un avance en sí mismo, los obstáculos subsisten.
Según Stolov, el más importante es que los que practican el diálogo son una minúscula minoría. Le gustaría también que quienes participan adoptaran una actitud de mayor apertura. Una actitud comprensible en sus comienzos, para su gusto el diálogo sigue siendo cauto y demasiado educado. "Hay cuestiones que no tocamos, como la conversión, y deberíamos hacerlo," sostiene.
Ucko cree que el diálogo, cuyo valor es indudable, necesita renovarse. "En muchos sentidos estamos en un punto de inflexión," dice. Hay que recapitular y ampliar el diálogo para que sea fructífero.
Cuando la política entra en juego
Para Kelman, en la inestable situación de Oriente Medio, lo que más complica el diálogo es la política. En ese contexto, la principal dificultad radica en ver la diversidad del otro cuando ese otro es un adversario. La consecuencia es que los extremistas que existen en ambos lados son utilizados para etiquetar al conjunto. "Cuando sionismo es equiparado a nazismo, eso nos echa para atrás -dice-. Estoy de acuerdo en que la ocupación israelí de territorios palestinos está mal, pero no somos nazis."
Ucko ve en el conflicto palestino-israelí un "elemento particularmente perturbador" para el diálogo judeo-cristiano. Durante algún tiempo, dice, "los participantes en el diálogo eludían en cierto modo el conflicto, mientras que los que se ocupaban del conflicto parecían más bien ignorar las conclusiones y los frutos del diálogo, y adoptaban una perspectiva en la que la prioridad era la solidaridad con el pueblo palestino."
Desde esa perspectiva, ciertas políticas del Estado de Israel -en particular la ocupación de territorios palestinos- han suscitado críticas de iglesias y organizaciones cristianas. ¿Son esas críticas un obstáculo para el diálogo judeo-cristiano? Kelman y Stolov creen que, en su forma actual, lo son.
Como ejemplo, Kelman se refiere a la decisión del comité central del CMI en febrero de este año de invitar a sus iglesias miembros que disponen de fondos de inversión a considerar la posibilidad de no participar económicamente en actividades relacionadas con la ocupación, como manera de presionar a las empresas multinacionales que se benefician de ella. "Aun cuando no soy contraria a algunas de las razones de la decisión -dice-, tengo graves objeciones en cuanto a su terrible inoportunidad."
Stolov considera esa decisión del CMI "extremadamente desafortunada y desequilibrada." "Al aceptar plenamente la posición de una de las partes en conflicto -dice-, uno se vuelve irrelevante como promotor de la paz, ya que la otra parte es automáticamente enajenada."
¿Significa esto que las iglesias y organizaciones cristianas deben evitar toda crítica de las políticas israelíes en atención al diálogo judeo-cristiano?
No, dicen Kelman y Stolov. No se trata de evitar las críticas, sino de ser cuidadosos con el lenguaje empleado, reconocer la diversidad y mostrar sensibilidad para con el sufrimiento humano en ambos lados del conflicto. "Quisiéramos que las organizaciones cristianas renovaran sus condenas del antisemitismo y afirmaran el derecho de Israel a existir, aunque no su derecho a la ocupación," dice Kelman.
"Aunque la condena del antisemitismo y la afirmación del derecho de Israel a existir en seguridad y paz están ya presentes en muchas de nuestras declaraciones oficiales -dice Ucko-, el antisemitismo es todavía un peligro que requiere un pronunciamiento cristiano claro."
Y debemos entender, añade, que "lo que se entiende que decimos puede ser tan importante como lo que realmente decimos." En consecuencia, la preocupación por la paz y la justicia ha de expresarse en un marco de sensibilidad respecto al trauma que el pueblo judío padece todavía tras siglos de sufrimiento a manos de cristianos, y no solo de éstos.
Seguir en la brecha por un mundo más rico
¿Cómo hacer progresar el diálogo judeo-cristiano teniendo en cuenta el conflicto palestino-israelí?
Para Stolov, en ese contexto el diálogo mismo es lo que hace falta. Es, a su parecer, uno de los instrumentos más poderosos para que los ciudadanos ordinarios den forma a la sociedad en que viven. "Al entablar un diálogo cara a cara -dice-, las personas se vuelven capaces de establecer relaciones intercomunitarias y de convivir." Los agentes exteriores como el CMI y las iglesias pueden ayudar animando a ambas partes a entablar tal diálogo.
Según Kelman, el diálogo -que en ese contexto debe incluir también a los musulmanes- se beneficiaría también con la participación de personas de otros contextos. "No para negar el sufrimiento de los palestinos, sino para ampliar la conversación." Además, según ella, la protección del culto y de los derechos cristianos en Israel es una responsabilidad judía. "Tenemos que asegurar -dice- que el cristianismo tiene aquí un lugar."
Para Ucko, el CMI y las iglesias deben "compaginar la exigencia de justicia para los palestinos y de seguridad para los israelíes de manera que estos dos objetivos no se pongan en peligro ni se anulen mutuamente." Solo de esta manera pueden contribuir a realizar la esperanza de paz para ambos pueblos.
Observa además Ucko que "lo que se ha conseguido con el diálogo no se comunica o se pone en práctica automáticamente." Se precisan persistentes esfuerzos de implementación. Las relaciones cara a cara son aquí importantes, así como las acciones simbólicas y un lenguaje que refleje la espiritualidad contenida en el diálogo.
Aun siendo difícil y exigente, para Kelman el diálogo interreligioso "hace al mundo mucho más rico de lo que sería sin él." Y concluye: "Mi tradición enseña que no podemos completar la tarea, pero no debemos desentendernos de ella."
Consejo Mundial de Iglesias (CMI) Juan Michel, encargado de prensa del CMI, es miembro de la Iglesia Evangélica de Río de la Plata en Buenos Aires, Argentina.
|