11 abr 2005
PORTO ALEGRE, Brasil – Para fuera de la Iglesia, el papa Juan Pablo II fue un paladín del diálogo, de la tolerancia, del ecumenismo, se reunió con líderes de otras religiones para rezar por la paz.
En el interior de la Iglesia Católica, en cambio, "atropelló los derechos de expresión, prohibió el diálogo, castigó con mano dura y produjo una teología con tonos fuertemente fundamentalistas," dice el teólogo brasileño Leonardo Boff en un artículo publicado en el diario Jornal do Brasil.
En otro análisis del pontificado de Juan Pablo II, el historiador católico Eduardo Hoornaert, dice que la política interna de la Iglesia Católica se caracterizó por una violencia camuflada. "En los pasillos del Vaticano, imperaba un miedo casi irracional ante cualquier signo de cambio," escribe.
Boff menciona que se vigilaba estrictamente la producción de pensamiento teológico, señalando que "más de 140 teólogos fueron interrogados por las instancias doctrinarias del Vaticano, o sancionados, castigados o despojados de sus cátedras, o silenciados e incluso hasta excomulgados."
El propio Boff, uno de los promotores de la Teología de la Liberación latinoamericana, fue castigado con un año de "silencio" en mayo de 1985.
Hoornaert anota en el Informativo de la Red de Cristianos, que los religiosos, a través de sus organismos legítimos, nunca fueron recibidos en audiencia por Juan Pablo II. "El Papa recibió a jefes de Estado, políticos, hombres de negocios, hasta deportistas, pero no recibió a los superiores y a las superiores generales que representan a más de un millón de personas (sacerdotes, religiosas, hermanos, monjes) que dedican su vida a la iglesia."
Tanto Boff como Hoornaert señalan como característica del papado de Juan Pablo II la restauración de una estricta disciplina. "Representa un intento de detener el ‘aggiornamento' (proceso de modernización) que irrumpió en la Iglesia a partir de los años 60 y que estaba expandiéndose en toda la cristiandad," afirma Boff.
Para el teólogo de la liberación, Juan Pablo II no pudo arreglar cuentas con la Reforma, con la modernidad y con el reconocimiento de una nueva eclesiogénesis – "la génesis de un nuevo tipo de Iglesia popular, pobre, profética y liberadora."
La iglesia latinoamericana tuvo el mérito de recordar que no solamente existe un mundo moderno desarrollado, sino también uno subdesarrollado, anota.
Juan Pablo II fue elegido cuando estaba en curso ese proceso, que él estancó. El Papa no logró comprender, según Hoornaert, a esa extraordinaria generación de grandes obispos que actuaron en América Latina los años 60 al 80 del siglo pasado, entre ellos Leonidas Proaño, en Ecuador, Sergio Méndez Arceo, en México, Oscar Romero, en El Salvador, y Helder Cámara, en Brasil.
Juan Pablo II desperdició la Teología de la Liberación y, a pesar de sus numerosos viajes por el mundo, se mantuvo como "un papa del primer mundo," definió el historiador.
Hoornaert afirma que los viajes del Papa fueron aprovechados por los medios, "que encontraron la oportunidad de divulgar la impresión ilusoria de un mundo unido en torno de un líder religioso mundialmente aplaudido y del proyecto occidental de civilización."
El frenazo que Juan Pablo II dio al "aggiornamento" en la Iglesia Católica, "retardó el arreglo de cuentas que se estaba haciendo sobre dos asuntos graves que martirizaban a la iglesia desde hace cuatro siglos, indicó.
El primero está vinculado con el surgimiento de otras iglesias como consecuencia de la Reforma Protestante del siglo XVI," cuando se rompió la unidad de la Iglesia romana-católica, escribe Boff.
Contra las iglesias evangélicas, anotó, el Vaticano trató de conseguir una reconversión, "para que se volviese a la unidad eclesiástica antigua, con una cabeza única, el Papa," analiza el teólogo. Las iglesias evangélicas respondieron creciendo y afirmándose en todos los continentes.
El segundo gran reto del "aggiornamento" deriva de la modernidad iluminista, con el surgimiento de la autonomía de la razón, de la tecnología, de las libertades civiles y de la democracia.
"Contra la sociedad moderna, la relación era de crítica y condena de su proyecto emancipador y secularizador, con el objetivo de rehacer la unidad cultural bajo la égida de valores morales cristianos," afirma Boff.
Juan XXIII tuvo el arrojo de convocar al Concílio Vaticano II para enfrentar esos dos desafíos. El Concilio Vaticano II, señala Boff, tomó como lema: no más anatema, sino comprensión; no más condenación, sino diálogo. "Frente a las iglesias, inició el diálogo ecuménico, que presupone la aceptación de que existen otras iglesias," sostiene Boff.
Juan Pablo II se colocó en contra de esas tendencias, que eran dominantes, y reafirmó tajantemente la identidad católica. No se opuso frontalmente al Vaticano II, pero lo leyó en la perspectiva del Vaticano I (1870). "Ese Concilio se centró en la figura del Papa, declarado infalible y dotado de poderes absolutos que, en el fondo, sólo corresponderían a Dios," agregó.
El carisma personal del Papa, admite, hizo operativo ese proyecto, que tuvo como centro el Papa, Roma, la Iglesia jerárquica, el Occidente cristiano. "Indiscutiblemente era una figura carismática, con innegable irradiación, un superstar con habilidad de dramatización mediática, que sabía escoger las palabras y el efecto de gestos de impacto," indica Boff.
El teólogo advierte que el Papa solo vio la misión religiosa de la Iglesia y no su misión social, a los pobres en busca de justicia. "Si hubiese dicho: ‘Vamos a apoyar a los pobres y a comprometer a la Iglesia en los cambios, a partir de lo que nos corresponde, el evangelio y la tradición profética,' otro habría sido el destino político de América Latina. Nos hizo perder una oportunidad histórica única," lamenta.
Boff destaca que Juan Pablo I fue un hombre de profunda oración, "a pesar de todo, un santo." Sin embargo, el teólogo brasileño advierte: "Para el cristianismo de América Latina, la política vaticana bajo el pontificado de Juan Pablo II fue un retroceso y en la perspectiva de la liberación de los pobres, un desastre."
Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación
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